Dolorida ante cualquier movimiento, así es como recuerdo esos primeros
días. Sin hambre, con el hierro bebido, la heparina pinchada y
controlando la herida. La leche que sube y no hay bebé. Rajada y
doliente y no hay bebé. Duele moverme en la cama, cada giro es imposible
y me pregunto cómo se cuidará un bebé así. Mis amigas cesareadas son
super heroínas para mí. Y sangrar semana
tras semana y que cada compresa con su visión de madre feliz y bebé
vivo te recuerde lo que no está. Que el sujetador de lactancia te
asfixie. Que solo te sirva la ropa premamá. Que la ropa premamá te mate.
Que odies salir a la calle y bajes la mirada queriendo desaparecer,
rogando que nadie te haga la temida pregunta. Llorando que nadie te
pregunte. Tanto tiempo mal durante el embarazo y sigo limitada sin ver
el final. Sin recompensa, sin que tanto dolor valga la pena. No nos
damos cuenta de todo lo que importa un útero hasta que nos lo rajan. Y
solo hablo del cuerpo. Por el útero pasa toda la musculatura. Andar,
girar, amasar, cargar, sentarse... todo se dificulta hasta el dolor. No
poder andar casi, no aguantar de pie muchos minutos, que duela la
cicatriz sentada, que duela la espalda hasta al coger el aire cuando te
acuerdas de respirar. Todo el cuerpo en andamiaje. Que pasen las semanas
y te quede el abdomen en diastasis, el suelo pélvico flojo, la cicatriz
pegada a la carne. Que los días 3 el cuerpo se haga luto. Que mantenga
la memoria y se contraiga y sangre a borbotones y se duela. Creo morirme
pero sigo aquí, extraña a mí misma, el útero en carne viva
preguntándose qué pasó. Un nuevo cuerpo al que acostumbrarme, una nueva
maternidad para morirla, preguntas y teorías, vida y muerte. Trocitos de
todas mis partes. En tránsito. Empezar de cero. Empezar de cero
absoluto. Renacerte los días. Resucitar. Escribir lo que me queda.
Escribir para que ella nunca lo lea. Y, aún así, ser feliz.
Puerperio en duelo
Dorida ante calquera movemento, así é como recordo eses primeiros días.
Sen fame, co ferro bebido, a heparina pinchada e controlando a ferida. O
leite que sube e non hai bebé. Fendida e doente e non hai bebé. Doe
moverme na cama, cada xiro é imposible e pregúntome como se coidará un
bebé así. As miñas amigas cesareadas son super heroínas para min. E
sangrar semana tras semana e que cada compresa coa súa visión de nai
feliz e bebé vivo lembre o que non está. Que o suxeitador de lactación
asfixie. Que só te sirva a roupa premamá. Que a roupa premamá te mate.
Que odies saír á rúa e baixes a ollada querendo desaparecer, rogando que
ninguén che faga a temida pregunta. Chorando que ninguén che pregunte.
Tanto tempo mal durante o embarazo e sigo limitada sen ver o final. Sen
recompensa, sen que tanta dor pague a pena. Non nos damos conta de todo o
que importa un útero ata que nolo fenden. E só falo do corpo. Polo
útero pasa toda a musculatura. Andar, xirar, amasar, cargar, sentar...
todo dificúltase ata a dor. Non poder andar casi, non aguantar de pé
moitos minutos, que doa a cicatriz sentada, que doan as costas ata ó
coller o aire cando recordas respirar. Todo o corpo en andamiaxe. Que
pasen as semanas e quede o abdome en diastase, o chan pélvico frouxo, a
cicatriz pegada á carne. Que os días 3 o corpo faga luto. Que manteña a
memoria e se contraia e sangue a cachón e doa. Creo morir pero sigo
aquí, estraña a min mesma, o útero en carne viva preguntándose que
pasou. Un novo corpo ó que acostumarme, unha nova maternidade para
morila, preguntas e teorías, vida e morte. Anaquiños de todas as miñas
partes. En tránsito. Empezar de cero. Empezar de cero absoluto.
Renacerte os días. Resucitar. Escribir o que queda. Escribir para que
ela nunca o lea. E, aínda así, ser feliz.
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