Prefiere mantenerse en el anonimato pero me da permiso para reproducir
aquí su historia. Para ayudar, para visibilizar. Como homenaje a sus
hijas y a ella. Si quieres compartir tu testimonio, escríbeme.
Todo ocurrió un 20 de diciembre. Tenía revisión rutinaria con mi matrona
a las 6:30. Tras hacerme el reconocimiento rutinario procedimos a
escuchar su corazón. Tras media hora de
intentos me recomendó ir al hospital, porque, aunque notaba que había
movimiento, no conseguíamos oírla... Fuimos mi marido y yo, muy
tranquilos porque la había notado moverse. A los pocos minutos de estar
allí rápidamente me entraron, volvimos a intentar oírla y nada. Por ello
me cambiaron de sala y allí me hicieron una ecografía. Sin decir una
sola palabra, vino más personal. Allí ya éramos 4 y llegaron 2 más, la
consulta era todo silencio y en mi interior ya sabía que algo no iba
bien. Tras mirar a la pantalla vi que no se veía el latido del corazón y
en ese mismo instante me quedé sin poder ni tan siquiera pronunciar una
palabra, todo parecía que era una película, no parecía que me estuviera
ocurriendo aquello, mis ilusiones, mi bebé... Ya nada tenía sentido,
miré el reloj, 8:25, ahí se paró mi mundo. Solo lloraba y lloraba y
lloraba y decía que no podía ser, que ella se movía... La ginecóloga muy
amablemente me puso la imagen de mi niña, quietecita, sin vida... Y me
explicó que no había ocurrido en pocos segundos... que probablemente
hubiese ocurrido hacía semanas... Yo no quería escucharla, solo quería
que nada fuese real pero por desgracia así era. Tras comunicarme que mi
preciosa bebé había fallecido me preguntaron si venía acompañada, les
dije que sí muy enfadada y les grité: "¡cómo voy a venir sola!". A los
pocos segundos entró él, angustiado, "qué pasa qué pasa", preguntaba, le
miré y con la cabeza y la cara empapada de lágrimas le dije que no...
que no que no... Él se llenó de lágrimas al instante y me apretaba
fuerte la mano mientras nos explicaban el procedimiento. Yo no entendí
nada, solo me quería morir... Tras firmar los consentimientos oportunos
me subieron a planta para comenzar con el tratamiento. Hasta ese
instante no avisamos a nadie porque jamás pensamos lo que estaba por
venir. Una vez solos en la habitación le dije a mi marido que llamase a
mi madre, así lo hizo y también a la suya... En menos de 10 minutos
estaban allí acompañándonos... Y con un gran sufrimiento... A las 10 de
la noche empezó el tratamiento, que consistía en introducir vía vaginal
una pastilla cada 3 horas que desencadenaría el parto, que no sabíamos
cuándo llegaría. Tras esa primera pastilla solo notaba molestias en los
ovarios y hasta la siguiente igual. A eso de las 4 de la mañana ya
estaba con contracciones molestas pero aguantables y una bomba de
oxitocina. Ahí ya empezó realmente lo que estaba por venir... Los
dolores cada vez eran más y más intensos, cada vez reconocía menos a la
gente que tenía a mi alrededor, tenía mucho miedo,¡ pánico! Mi madre, mi
tía y mi suegra me acompañaban (mi marido entraba y salía y yo, al
verle mal, le dije que se quedase fuera, que estuviese tranquilo, porque
prefería que él no me viera así, tenía la tensión alta... si le pasaba
algo ya yo no aguantaría más). Entre las 8 y las 10 casi no tengo
recuerdos... solo voces y mucha gente (enfermeras, auxiliares y de vez
en cuando pasaba la ginecóloga). De repente noté ganas de empujar... Me
dijeron que lo hiciera cuando tuviese ganas y empecé... Mi suegra salió
corriendo a avisar a alguien y mi tía igual... pero, tras 2 pujos..., se
deslizó de mí mi pequeña bebé... Eran las 11:20 aprox del 21 de
diciembre. Una vez salió, lloré y pedí que me la diesen que era mía... Y
justo ahí llegaron las doctoras. Me quedé a solas con ellas, llorando y
pidiendo por favor que me la dieran que era mía, que era mi bebé, mi
princesa... "¿Por qué no llora? Quiero que me la den... ". No me
dejaron verla, porque no estaba en condiciones y en ese caso sería más
doloroso arrebatarla de mis brazos. Así que les pedí que me confirmaran
si era una niña, mi niña... Me dijo que sí y se la llevaron tapadita.
Comencé con dolores de nuevo, dolores inmensos, y me bajaron para
realizarme un legrado, me acompañó mi marido agarrándome muy fuerte la
mano y calmándome a cada segundo, acariciándome y dándome ánimos... Y,
de repente, vi una luz y ahí acabó todo. Cuando desperté estaba en un
pasillo de camino a la habitación de la cual no recuerdo el número. Una
vez allí, mi familia me besaba y hablaban de todo, yo reía y parecía que
nada había ocurrido, que habíamos despertado de aquel mal sueño. Por la
tarde nos fuimos a casa. De camino, y tras mirarme, descubrí que todo
fue real, que mi panza había desaparecido y, mientras mi cuñada y mi
hermana hablaban en el coche, yo miraba al cielo, llorando... A la
llegada a casa estaban mis padres allí y mi marido. Yo miré alrededor y
no había nada que recordara a mi pequeña, todo había desaparecido. Al
poco llegó mi mejor amiga, solo me abrazó y me besó... Y ahí lo dijo
todo, no hacía falta nada más... Yo estaba ausente, no sentía ni
padecía, nada tenía sentido y todo me daba igual. Esa noche mi madre
durmió conmigo, abrazada a ella me sentía protegida... Pero al amanecer y
abrir los ojos... volví a llorar con angustia, era el principio del
final. Cada día mi marido hacía algo porque recuperase la sonrisa y yo a
veces reía sin ganas, haciéndole creer que estaba mejor. El día 31 de
diciembre me pidió matrimonio, de rodillas, y ahí fue la primera vez que
sonreí y lloré de felicidad. Pedí al año nuevo que volviera mi bebé
pero, como sabía que eso no podía ser, supliqué poder llenar mis brazos
con otro bebé al que iba a cuidar, querer y proteger doblemente.
Mientras, leía un libro que mi matrona (y amiga) me recomendó. Se llama
La cuna vacía. Me ayudó muchísimo. La espera era eterna y solo veía
bebés y futuras y felices mamás, a las cuales envidiaba mucho por el
simple hecho de tener a sus bebés con ellas y yo estar vacía, vacía del
alma y de todo. A los 4 meses de llegar al cielo mi pequeña bebé, llegó
a mi panza otra lentejita. A día de hoy tengo una preciosa princesa que
me mandó mi angelito, se llama MARTA y algún día le contaré que en el
cielo hay un ángel que subió para poder bajarme la alegría de mi vida,
mi niña. Ahora cada día 21 pongo su canción (esa que oía con ella en mi
barriga y mientras la acariciaba, "Un ángel como el sol tú eres", de
Eros Ramazzotti) y miro al cielo mandándole un beso con todo el amor de
una madre. Compro una rosa para ella y enciendo una velita en su nombre.
Ella me enseñó lo que era esa palabra, me enseñó el amor y me enseñó
que se puede querer con locura sin tan siquiera saber cómo es esa
persona, me enseñó que se sacan fuerzas y valor de donde no los hay. Y
ahora sé que soy madre de 2 bebés, dos niñas, una que desde el cielo nos
cuida y otra que tengo llenando mis brazos.
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