Nos
pesan, nos miden la tensión, nos sacan sangre, ecografías. Nos dan pastillas
suplementos. Anotan. Lo anotan todo. Sabemos de mi hemoglobina, de mi orina y
de mi bebé. Números. Parámetros que ocultan la persona que está allí sentada
con su barriga. Con su mochila. Con un cuerpo que puede ser herida. Un parto
que remueve útero, vagina, vulva. Lugares de vergüenza, miedo, violación. Romper
la cadena, cuidarnos enteras. Romper el silencio, mujeres, profesionales.
Gracias a la mujer valiente que hoy nos cuenta su invisible realidad:
A maternidade oculta
Pésannos,
mídennos a tensión, sácannos sangue, ecografías. Dannos pastillas suplementos.
Anotan. Anótano todo. Sabemos da miña hemoglobina, da miña urina e do meu bebé.
Números. Parámetros que ocultan a persoa que está alí sentada coa súa barriga.
Coa súa mochila. Cun corpo que pode ser ferida. Un parto que remexe útero, vaxina,
vulva. Lugares de vergonza, medo, violación. Romper a cadea, coidarnos enteiras.
Romper o silencio, mulleres, profesionais. Grazas á muller valente que hoxe nos
conta a súa invisible realidade:
"Dicen
las estadísticas que el 25% de las niñas sufren abusos sexuales. Yo estoy
dentro de esa estadística. Mi vida explotó en septiembre del 2010. Días antes
me habían confirmado que mi bebé era niña. Ese día perdí el control tanto que
me metí en una autovía en sentido contrario. Durante el embarazo nunca pude
conectar con mi bebé. Recuerdo que todo el mundo decía que hablase con ella,
que me acariciase la barriga, que le cantase… Pero estaba bloqueada. Mis miedos
me ganaron. Tardé más de 23 semanas en sentirla… Llegó el día del parto. No
había tenido contracciones previas ni nada que me indicase que el parto estaba
cerca más que el calendario. Estaba de 39+6, las contracciones eran seguidas, así
que nos fuimos al hospital. Le dije a mi pareja que aparcase el coche, no
quería que entrase conmigo. Le dije a la matrona que por favor no me explorase,
que tenía un problema y no lo soportaría. Me tachó de loca, intentó varias
veces hacerme un tacto. Como era casi imposible me ofreció la epidural. Mi
demonio interior me dijo "vas a tener a tu hija sin sentir, sin que notes
que te tocan en tu herida, en tu sitio prohibido". Dije corriendo que sí.
Magia. Ya podía desconectar y pensar que nada pasa. Efectivamente estaba de
parto, de 4-5 cm, ya podían tocarme, no sentía, pero lo que me aliviaba mentalmente
me paralizó el parto. Yo en vez de estar esperando el nacimiento de mi hija
estaba en una habitación oscura 16 años antes. No recuerdo nada apenas. Según
mi marido grité "cuándo me van a sacar esto"… Qué dolor, qué mala
madre soy... Me hicieron Kristeller, episiotomía y, palabras textuales de la
ginecóloga, como yo no colaboraba hacía sufrir a mi bebé. A cesárea de
urgencia. Allí me ataron y ya sí que era imposible conectarme. No estaba recibiendo
a mi hija, nunca entré en el planeta parto. Se la llevaron. Cuando leí el
historial de parto supe que necesitó reanimación y yo me sentía vacía, no era
madre, no era mujer, no era persona. En nuestro primer contacto piel con piel
rocé la felicidad pero me dije "no la mereces". Y rompí el sueño."
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