mércores, 1 de xuño de 2016

(II) Crónica: De gatos, poesía y mujeres maravillosas

Las seis de la mañana cuando número dos se despierta. Está desubicado. Se durmió en el coche, no sabe dónde está. Me despierto yo con un bulto en el cuello, bajo la oreja izquierda. Un ganglio. Duele y se extiende oreja arriba mandíbula abajo. Carraspeo, me duele la garganta, justo hoy que tengo que presentar el libro. El libro, ese que tenemos a medio terminar, que nos faltan copias y montaje y solo una mañana por delante. Por suerte la acupuntura me funciona, los niños juegan bien entretenidos y nosotras nos ponemos en marcha. Decidimos, por rapidez y comodidad, fotocopiar el libro. Unos 700 folios para doblar uno a uno, que ya llegan pasando el mediodía. Allí tod@s doblamos y nos da la hora de comer y todavía falta y menos mal que Anna tiene una grapadora eléctrica e, in extremis, grapan copias y portadas mientras yo escribo a mano los títulos, el nombre de la pintura, el número de ejemplar. No nos da tiempo de acabar pero salimos con los libros que tenemos. Hemos quedado en un parque, donde es más fácil que estén los niños entretenidos. Llevamos una mesita para poner miel y pan gallego, degustación de Mel e Punto. Y allí nos plantamos, a la sombra. Anna había hecho un cartel y lo había pegado por el barrio. Y allí, en Barcelona, conocí por fin a dos mujeres de las grandes, de esas a las que hay que seguir de cerca, para aprender y admirar. Conocí en carne a Anahi y a Imma, matrona, que venía directa de atender un parto que se había iniciado justo esa mañana. Ni se había parado a comer. Gracias a ambas por venir y por ese rato de charla sobre libros y maternidades. Se me quedan tan cortas las palabras que aún hoy me parece ensueño. 
El tiempo voló y ya es hora de marcharnos, nos toca viajar a Zaragoza. Antes terminamos de grapar los poemarios, recogemos, nos despedimos y al salir de Barcelona pasamos por la Sagrada Familia. Que no se diga, hago foto en marcha. De las ciudades solo me gusta la piedra. Edificios, asfalto y coches. Todas son iguales para mí.
Llegamos a Zaragoza de nuevo con los niños dormidos. De nuevo nos arreglamos con un sofá cama al lado de un colchón. Me empiezo a desubicar, tantos kilómetros, tan pocas horas y tantos cambios. Es una parada breve, dormir, desayunar, marchar, y otra vez otra quedada en otro parque. Justo la lluvia comienza a caer con fuerza cuando nos tenemos que despedir. Salimos al mediodía, comemos en el coche con el tiempo justo para llegar a Madrid, donde también tenemos presentación del poemario y degustación de miel Mel e Punto. Me duermo en el coche incontrolablemente. (continuará)



2 comentarios:

  1. Me gusta la crónica, y las fotos me parecen geniales para el caso. No se os ve las caras, a La Sagrada Familia solo se le ve un pedazo y torcido. Eso es signo de que estabais viviendo el momento y las fotos quedaron en segundo lugar.
    Anaís D

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  2. Totalmente Anaís!! La foto de La Sagrada Familia fue in extremis, por aquello de tener algún recuerdo turístico de Barcelona, jeje.

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