Es viernes y salgo de viaje.
Quiero hacer vida normal y dejar, por fin las elucubraciones, el control
milimétrico del cuerpo, el examen de cada sustancia expulsada. Muchas horas sentada
en el coche y ligeros movimientos de mi útero que aparto al instante, como
moscas molestas.
Pero, al día siguiente,
es el pecho el que se me rebela, el que ignora que no, que no hay embarazo, que
se fue, y siento la presión que caracteriza la subida de la leche. Por un
segundo dudo. Estoy en casa de Anna, podría pedirle un test. Qué tontería,
céntrate, menstrúas, hay sangre, no hay bebé.
Y pasa otro día y estoy
en el parque y, con toda seguridad, te noto en mi útero. Se fueron las moscas.
Estás. No lo puedo negar. No lo puedo dudar. Estoy de pie y te me mueves y voy
andando solo a paso lento porque te siento llenándome el útero y me tiras hasta
de las piernas. Cuando llego al coche me duermo, ese sueño incontrolable que te
cierra los ojos sin querer. Ahora sí tengo el convencimiento de que estoy embarazada.
Tanto que, al día
siguiente, cuando vuelvo a casa, comienzo a tomar ácido fólico. Los síntomas de
embarazo no solo regresan sino que van a más. Tengo náuseas, sueño, siento movimientos
uterinos ajenos y comienzan a darme asco los olores. ¿Puede algo tan pequeño
sobrevivir a tanta sangre? Me lanzo a buscar y me llueven palabras,
explicaciones que quiero que me cuadren, que sean la verdad para mí, para nosotros. Así, leo
sobre gemelo evanescente, sobre mujeres que sangran tan normales y siguen
embarazadas. Y pienso que es posible. Que eres posible.
Tras otro día de
síntomas decido hacerme un test. Estoy completamente segura del positivo.
Me lo hago de noche, así, descuidadamente, anticipándome al sí. Pero el maldito
test no marca otra rayita. Estático se queda, riéndose en mi cara, su marca de
control. Miro y remiro las instrucciones. Seguro lo hice mal. Además la
sensibilidad es de 20 IU, demasiado poca. Y es de noche. Lo mismo tengo la
hormona todavía poco concentrada. Vuelvo a leer el papelito. Lo mojé poco,
seguro. Y que no siempre aciertan, bien puede tratarse de un falso negativo. Me
derrumbo. La realidad se me impone según pasan los minutos: has sangrado, el
test es negativo, no hay bebé. Se me aferra como esperanza la ecografía que me
puedo hacer en un par de días. La última esperanza es un punto de un milímetro.
Y vuelvo a leer sobre mujeres que incluso dan negativo en sangre estando
embarazadas.
Al día siguiente, nada
más levantarme, en el papel, flujo de ovulación. No tengo ningún síntoma pero me
quedo tranquila, en cierta forma. Tras días de incertidumbre, por fin, reconozco
algo en mi cuerpo. Por fin sé en qué momento del ciclo estoy. Y es un alivio.
Se me confirma el aborto. Lo asumo y explica la menstruación extraña, la
sintomatología de embarazo, el ciclo detenido. Entiendo que mi útero reacciona
aún a un embarazo que ahora es fantasma y sé que en cuanto avancen los días la
ovulación irá imponiéndose, el ciclo echará a andar y con él se marchará este
embarazo. No es una pérdida. Es el principio del camino. Vas a volver...
O principio do camiño...
É venres e saio de viaxe.
Quero facer vida normal e deixar, por fin, as elucubracións, o control
milimétrico do corpo, o exame de cada substancia expulsada. Moitas horas sentada
no coche e lixeiros movementos do meu útero que aparto ó instante, como moscas
molestas.
Pero, ó día seguinte, é
o peito o que se me rebela, o que ignora que non, que non hai embarazo, que
marchou, e sinto a presión que caracteriza a suba do leite. Por un segundo
dudo. Estou na casa de Anna, podería pedirlle un test. Que parvada, céntrate,
menstrúas, hai sangue, non hai bebé.
E pasa outro día e
estou no parque e, con toda seguridade, nótote no meu útero. Marcharon as
moscas. Estás. Non o podo negar. Non o podo dubidar. Estou de pé e móveste e
vou andando só a paso lento porque te sinto enchéndome o útero e me turras ata
das pernas. Cando chego ó coche durmo, ese sono incontrolable que pecha os
ollos sen querer. Agora si teño o convencemento de que estou embarazada.
Tanto que, ó día
seguinte, en canto volvo a casa, comezo a tomar ácido fólico. Os síntomas de
embarazo non só regresan senón que van a máis. Teño náuseas, sono, sinto movementos
uterinos alleos e comezan a darme noxo os cheiros. Pode algo tan pequeno
sobrevivir a tanto sangue? Lánzome a buscar e chóvenme palabras, explicacións
que quero que me cadren, que sexan verdade para min, para nós. Así, leo sobre xemelgo
evanescente, sobre mulleres que sangran tan normais e seguen embarazadas. E
penso que é posible. Que es posible.
Tras outro día de
síntomas decídome a facer un test. Estou completamente segura do positivo. Fágoo
de noite, así, descoidadamente, anticipándome ó si. Pero o maldito test non
marca outra raíña. Estático queda, a rir na miña cara, a súa marca de control.
Miro e remiro as instrucións. Seguro fíxeno mal. Ademais a sensibilidade é de
20 IU, demasiado pouca. E é de noite. O mesmo teño a hormona aínda pouco
concentrada. Volvo ler o papeliño. Molleino pouco, seguro. E que non sempre
acertan, ben pode tratarse dun falso negativo. Derrúbome. A realidade imponse
segundo pasan os minutos: sangraches, o test é negativo, non hai bebé. Aférraseme
como esperanza a ecografía que me podo facer nun par de días. A última
esperanza é un punto dun milímetro. E volvo ler sobre mulleres que incluso dan
negativo en sangue estando embarazadas...
Ó día seguinte, nada máis
levantarme, no papel, fluxo de ovulación. Non teño ningún síntoma pero quedo tranquila,
en certa forma. Tras días de incerteza, por fin, recoñezo algo no meu corpo. Por
fin sei en que momento do ciclo estou. E é un alivio. Confírmaseme o aborto.
Asúmoo e explica a menstruación estraña, a sintomatoloxía de embarazo, o ciclo
detido. Entendo que o meu útero reacciona aínda a un embarazo que agora é fantasma
e sei que en canto avancen os días a ovulación irá impoñéndose, o ciclo botará
a andar e con el marchará este embarazo. Non é unha perda. É o principio do
camiño. Vas volver...
Ningún comentario:
Publicar un comentario